Eso decía Almafuerte *, y vale para lo que hizo Unión en Corrientes. LOS CABALLEROS DEL INFARTO
-así, con mayúsculas- eran 9 contra 11; estaban jugando mal y faltaba poco para terminar el partido cuando Boca Unidos marcó su segundo gol: 2 a 0. Para colmo, el sol y el calor aplastaban a los jugadores: correr era un sacrificio.
¿Por qué seguir escuchando el partido? ¿Para saber por cuántos goles perdemos? Eso pensaba yo junto a la radio, en la tarde de este domingo 21 de marzo ¡Vaya modo de presentarse, el otoño! ¡Con dos pepinos para nuestra canasta, en inferioridad numérica y a poco del final! Nada alentaba a seguir las alternativas de ese encuentro ¡Chau ilusiones! Sin embargo, como creyendo en milagros, uno sigue escuchando, alambrando, anhelando…
De pronto entra Guerra a la cancha y Unión resucita. Pratto se siente inspirado, manda un centro y Guerra descuenta. Los correntinos se asustan, se achican, retroceden… Otra de Pratto y… ¡Gol de Donnet! ¡A la pipeta! ¿Qué dice el relator?
¡Cómo? ¡2 a 2? (valga la entonación de asombro primero y duda después).
Y de pronto, aunque ese punto vale poco, uno se siente como si Unión hubiera ganado. Porque igualar el marcador en esas condiciones es una hazaña. No sé si merecida o no. Pero los muchachos pusieron, indudablemente, garra, entrega, ganas, fuerza, tesón. Estaba Unión vencido; no se entregó y tuvo su premio. Todo un estímulo, en lo anímico, para seguir teniendo esperanzas.
El fútbol es “la dinámica de lo impensado” decía Dante Panzeri. No sé si esa frase comprendía casos como éste, pero bien que le cabe ¿Cómo imaginar que empatarían, 9 contra 11 y 0 a 2?
Parece que Unión juega para los cardiólogos. Algún día nos va a dar un infarto, nomás.
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