16/8/10
Me parece que muchos jugadores confunden empuje con empujones. Porque éste fue el partido de los empujones. Empujaban los de Chacarita, empujaban los de Unión; todos empujaban, hasta que el juez cobró un penal por empujón de Avendaño a un delantero de los funebreros.
Sin embargo, un minuto antes no había cobrado lo mismo en el área de Chacarita, cuando la pelota dio en la mano derecha de Rosales, inmovilizado por un defensor que lo contenía apoyando sus brazos sobre los hombros del delantero. Ese también había sido penal ¿Por qué no lo cobró? ¿Por qué estaban en Buenos Aires?
Siempre decimos que si los árbitros penaran siempre tales infracciones, los jugadores se cuidarían más y habría menos forcejeos e infracciones. Pero hay que cobrar siempre, no “a veces”.
Claro que Unión no perdió sólo por eso, pese a que, de no ser por el penal, el encuentro habría terminado sin goles. Perdió jugando mal. Ni siquiera lo que había mostrado frente a los de Merlo, en la fecha anterior, apareció esta noche. Y lo que es peor, lo derrotó un equipo muy limitado, que sólo superó un poco a Unión después del gol, debido al desconcierto de los tatengues.
¿Tanto decae la moral de los jugadores cuando se va perdiendo? ¿Necesitarán psicólogos, en lugar de masajistas, aguateros y entrenadores?
Nadie les pide milagros, pero si antes de patear cada balón, miraran a su alrededor, pensaran un poquito, intentaran jugar a ras del suelo, miraran a la pelota en lugar de empujar adversarios que no son la última maravilla… en fin, jugando, este partido no se habría perdido.
Para colmo -o para bien- ningún equipo ganó los dos partidos que se llevan jugados. Seguimos a un punto de los líderes.
Claro que jugando así, en lugar de mirar a los primeros, habrá que usar paracaídas para no descender.
Paciencia; resignación; calma. La vida no termina aquí.
Mañana será otro día.
El Giorgio
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