PESADILLA


29/4/11: Almirante Brown 2, Unión 0.
             La pelota va y viene sin ton ni son. De alto, por el suelo, de cabeza o con los pies. Un equipo con camiseta a rayas amarillas y negras toca y llega, pero los de Unión terminan en jugadas imprecisas, pierden las pelotas divididas, no puede parar los ataques del rival.
            De pronto, Limia sale a buscar una pelota que iba afuera, se le escapa y la recupera fuera de la cancha: corner. Centro, un cabezazo, el balón queda picando en el área chica, la toca uno de Brown y gol. Uno a cero ¡Que lo parió! diría “El Mendieta”
            Ahora reaccionamos, pensé.
            En verdad, Unión atacó, pero en cada contragolpe llegaban más delanteros contrarios que jugadores de Unión al área de Limia. Y en una de esas… gol. ¡Dos a cero! Perdíamos por dos goles y el equipo no asomaba.
El final del primer tiempo puso una pausa en mi pesadilla. “Ahora -pensé- viene el segundo tiempo, y si Unión mete un gol antes de los 5 minutos, después lo da vuelta”.
Pero a los 5 minutos del segundo tiempo todo seguía igual. Entonces le di otros 5 minutos de chance a Unión: “si hacemos un gol en los primeros 10 minutos…” nada.
Y pasaron los 15, los 20, los 30 y llegaba el final (me recuerda a una canción de Sabina*) y no pasaba nada en el arco rival. Y terminó así. Perdimos 2 a 0.
¡Bueno, basta! Me dije. Ahora me despierto y compruebo que todo fue sólo una pesadilla. Pero no me despertaba. La pesadilla seguía. Era como en algunas películas de terror o similares, donde “la chica” pasa por situaciones terribles y dice: ¡Esto no puede estar pasando! Pero la cosa sigue y la chica muere o la matan, o le pasan más cosas terribles.
Se acabó el partido. Apagué la radio, el televisor y una luz. Lo que no podía apagar era esa sensación de pesadez en el estómago, náuseas y que sé yo. Sin embargo no había sucedido ninguna tragedia familiar, ningún accidente, ningún enfermo grave. Sólo la enorme amargura generada por la frustración. Ése era un partido que había que ganar, cará…mba). Esta vez, “los Caballeros del Infarto” casi me llevan a eso… al infarto ¿Que exagero? ¡Los síntomas son parecidos!
Los demás, en mi casa, dormían. Eran normales: “No se pasan la siesta sufriendo como yo” pensaba. Y tomé las recetas que tenía listas desde la mañana, salí a la calle y fui a la farmacia. Volvía a la normalidad.
En la calle no se oí otra cosa que el rumor de los neumáticos sobre el asfalto. Ni gritos, ni bocinas, ni cánticos. Tampoco vi al negrito Jonatán gritando ¡Unión viejo y peludo, nomá. Él no tiene otra cosa que su pasión por Unión. Con eso come, respira, vive. Hoy debe faltarle al aire.
El Giorgio


           

* La canción se titula “Y nos dieron las 10”. Pero allí, al protagonista le va muy bien.

1 comentarios:

Juan Pablo dijo...

Muy buena columna giorgio.
Cada fecha que pasa espero para leer esto

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